domingo, 24 de octubre de 2021

POR FIN SOY POSITIVO




Vuelvo de Mallorca, de pasar unos días. Es lunes y de nuevo estoy en Madrid, la vida vuelve y la ciudad está en marcha. Es 11 de octubre y esta semana tengo que hacer un montón de cosas, me siento joven y tengo una carrera artística brillante. Los días en la isla con mi hija parece que me he han cargado las pilas. Sobre las 9 de la mañana llego a casa y estoy tan roto del viaje que me meto en la cama unas horas (el primer vuelo de la mañana siempre me mata, pero es el más barato). Después de unas horas de cama me meto en la ducha y salgo por la puerta para coger un bus en dirección al centro; he quedado con mi novia y vamos a comer en un sitio de esos chulos en los que te sientas en una mesa y te sirven platos ricos (vale, hacía mil años que no iba a un restaurante para adultos). Después de la comida, que estaba todo riquísimo, damos una vuelta por el centro comercial donde hemos comido; ahora estamos en la búsqueda de un gofre y café… pues lo normal, el postrecito de después de habernos comido 5 kilos de pasta con queso y movidas por encima. El gofre para ella, el café sin azúcar y sin vida para mí (sigo siendo diabético, cada día que pasa). Después del intento fallido de encontrar un gofre en buen estado decidimos volver a casa; a una camarera joven que parece que está en su primer día, se le rompe el intento de gofre en la máquina y nos dice que no le queda más masa. Después de esa derrota cogemos un bus de vuelta a casa y nos metemos en la cama para celebrar una gloriosa siesta, una siesta reparadora y de nuevo en pie, a la vuelta de cosas, me tengo que comer Madrid.
Sobre las seis salgo de la cama y mi cabeza parece que haya sido encajada sobre unas placas de una maquinaria de una fabrica (meter aquí más comparaciones con máquinas complejas que no sé para que sirven pero que hemos visto en miles de películas); me arrastro hasta el baño y me miro en el espejo, mi cara sigue siendo la de siempre: mi cara de mierda con mi barba de perro viejo vagabundo. Me siento hecho mierda y me voy a espachurrar en el sofá… Esto sigue siendo un lunes por la tarde… Mi novia me dice que está muy cansada, muy agotada, y que ya no quiere seguir viviendo; me dice que se va a acercar hasta el médico porque se encuentra mal… Yo, mientras, sigo en el sofá, mirando no sé qué de un volcán que se activó hace unas semanas y me lo estaba perdiendo; me pongo al día con todo lo referente al tema: pero qué fenómeno de la naturaleza más sorprendente, pero qué pequeños somos, pero también qué desastre, qué drama, pero joder… mis ojos no pueden parar de apartar la mirada ante semejante espectáculo… pero de verdad, al final no somos nada. No hay forma de apagar ese volcán, ¿cómo se apaga un volcán? Mientras veo el volcán ,me viene a la mente aquella película de Roberto Rossellini con Ingrid Bergman. (Joder, de verdad, deja de relacionarlo todo con putas películas, empieza a vivir la vida de verdad).
 Al volver mi novia del médico, me dice que nos tenemos que hacer unas pruebas de antígenos, porque puede que tengamos esa cosa de la que llevan tiempo hablando por la tele. No sé muy bien de qué me está hablando pero le digo que sí a todo, estoy en la cama muy destruido y todo me parece perfecto. Será un pequeño resfriado. Al día siguiente (esto es un martes) nos acercamos hasta el médico, yo en la cabeza tengo los rodajes del jueves que no puedo cancelar (solo es un pequeño resfriadito). Al entrar en el centro médico todo va muy rápido, no hay que esperar en una interminable cola; pasamos a una sala y entro yo primero para hacerme la prueba. Después de 10 palitos por la nariz, mi cabeza tolera cada vez menos las putas pruebas (meter aquí la imagen de Schwarzenegger en Desafío Total). Esta vez termino literalmente en el suelo, de verdad, joder, lo siento, no soporto esa mierda. «El jueves tengo que grabar mis movidas, así que no puedo dar positivo» -le digo a la enfermera-. Salgo de la sala y me siento para esperar el resultado. Luego pasa mi novia, ella soporta mejor la puta prueba y no hace el ridículo como yo, deslizándose hacia el suelo como una serpiente haciendo break dance en un metro de Nueva York en el año 85. Ahora los dos esperamos el resultado, y en esos minutos hablamos del futuro, de todas las cosas que tenemos que hacer, de que la vida que viene va a ser maravillosa para dos personas brillantes y talentosas como nosotras… No sé exactamente de que hablamos en esos minutos, la verdad. La chica que me ha metido el palito me dice que pase, luego me dice que he dado positivo; en ese momento me voy directo a la secuencia de Breaking bad y a otras mil secuencias que hemos visto en las que al protagonista se le comunica que va a morir en los próximos meses. «¿Pero cómo voy a ser yo positivo?» En ese momento me tiro por el suelo y me pongo a llorar, tienen que venir varios enfermeros para calmarme, me ponen una camisa de fuerza y me chutan una inyección, luego caigo redondo sobre una camilla. (Vale, todo esto no pasó). La médica me dice que tengo que volver a mi puta casa y que tengo que hacer cuarentena. Entonces pienso en Kate Winslet en esa película y  en lo mucho que se muere (¿has visto Contagio?); luego también pienso en Denzel Washington en Philadelphia, cuando tiene la primera reunión en su despacho con Tom Hanks, y la mirada de Washington no para de seguir todo lo que está tocando Hanks… Joder, pero qué escena, y cómo lloro siempre con ella, pero por la puta banda sonora, porque la peli es muy mala… Así que ahora soy positivo, un enfermo de covid, un contagiado, un futuro zombie, un ser apartado de la sociedad, un futuro fiambre, o un futuro superviviente de una pandemia que vivirá con secuelas el resto de sus días; un viajero del futuro con ropas apocalípticas con un viejo abrigo molón que recorrerá un mundo vacío acompañado de un perro muy inteligente que le ayudará a sobrevivir en la peligrosa carretera… vale, paro ya.
Luego entra mi novia en la consulta y a ella le dicen que está negativa de la vida. Así que bien, aquí el puto enfermo soy yo. «Te llamarán estos días para seguir tu evolución, y también te llamarán los rastreadores». (otra vez la Winslet muriendo en esa película). Salimos de la consulta y mi novia me dice que me seguirá queriendo, aunque pierda los brazos, o la vida. Esto es nuevo para nosotros, ahora que estábamos en el final de la pandemia, voy y pillo el virus ese del que hablaban hace unos meses por la tele. Porque joder, la pandemia pasó a otra cosa, ya no toca ese tema, ya está aburrido… Volvió el fútbol, la moda, los conciertos de Taburete y todo lo demás -venga, no me jodas-. Antes de entrar por el portal mi novia me dice: mira la calle, el cielo, la gente y el barrio, que no lo vas a ver en unas semanas. Tampoco me pierdo nada -pienso, mientras esperamos el ascensor-. Otra cosa, estoy infectado con esa mierda, ¿debería subir en ascensor, o  debería hacerme los nueve pisos a pelo?.. Ni de coña. Al volver a casa voy directo a la cama. Ahora que sé que no es un resfriado ni una gripe común, pienso en todas las cosas que me pueden pasar, todo lo que voy a experimentar en mi cuerpo en los próximos días: dolor de cabeza, de cuerpo, falta de aire, perdida del gusto y el olfato, mal gusto para vestir, perdida del cabello (no tengo),  fiebre y muchas horas de sueño.  Mi novia y yo nos hemos metido en la misma habitación y no sé si lo estamos haciendo bien, porque la médica nos ha recomendado separarnos en casa; al estar yo infectado debería aislarme solo en la habitación, y mi novia y su madre que vivan en el resto del piso con sus 28 habitaciones, 30 cuartos de baños, el salón comedor con espacios de juego, piscina, librería, sala de cine más el espacio para el helicóptero (así pasamos todos el confinamiento, ¿te acuerdas? Ahora con los dos encerrados en la habitación, me imagino a su madre, tras la puerta, con un lanzallamas haciendo guardia por si a alguno de los dos se nos ocurre salir de la habitación; y me viene a la mente `La cosa´ de John Carpenter, la nueva no, que es una puta mierda y nunca se tuvo que haber rodado ese puto remake. Luego también pienso en el Expreso de media noche, y en aquella otra película en la que se comían una cucaracha ¿Papillon? Van a ser días muy largos y oscuros, vamos a pasar muchas horas aquí metidos los dos, y lo peor de todo, vas a estar conmigo todo este tiempo.
Ahora soy positivo oficial y tengo que cancelar todas mis citas del jueves. Apenas llevo media hora metido en la habitación y parece que lleve ya dos confinamientos seguidos. ¿Y ahora qué hago? ¿Qué le digo al mundo? ¿Lo hago oficial y comparto una foto mía en mi Instagram, con cara de perro medio muerto, aplastado por una camión, con fiebre, en la cama, diciéndole a toda mi comunidad lo mucho que los quiero y todo eso? De esta saldré más fuerte #todovasalirbien #lavidaeschuli #elmundonoseacabaaquí ¿Cuánta gente que conocemos ha pasado el virus y no se lo ha dicho a nadie? ¿Y si me convierto en una voz para los próximos que lleguen, un guía, un faro? ¿Será bueno para mi currículum? -Venga, joder, pues voy y lo comparto, así también seguro que recibo un montón de mensajes de ánimo de toda la gente que me sigue y que me quiere. «Se vienen cositas: soy positivo en covid» -Escribo en Twitter-. Y empiezo a recibir respuestas: «jajaja, al final eres positivo en algo». «Nievas,¿cuándo te mueres? Puto pesado». «Ahora que no está de moda, vas y lo pillas». Pues a lo mejor no ha sido buena idea compartir mi estado en las redes sociales. Luego también pienso en que no debería hacer humor con un virus que se ha llevado a tanta gente, ni con la diabetes. Luego por Twitter alguien se ríe de mí y me llama tonto por haberme vacunado. Luego pienso en cómo habría pasado esta mierda siendo diabético, señor de 45 años de riesgo, sin haberme vacunado, ahí seguramente sí que nos habríamos reído un rato.
 La primera noche con el virus en el cuerpo, me pongo a pensar en cómo cojones lo he podido pillar, y me pongo a repasar mis días en la isla ; luego recuerdo que estando con mi padre en su casa, mi padre había estado resfriado, y que no paraba de repetir lo mucho que estaba resfriado, y no paraba de estornudar; en mi cara, por toda la casa, encima de mi comida, en el interior de la nevera (vale, para ya). Así que mi padre tiene la culpa de todo, bien, ya tenemos a un culpable.
A la mañana siguiente recibo una llamada de uno de los rastreadores oficiales con su placa, su diploma o lo que sea que te convierta en «Rastreador oficial de la COVID 2021». Me pregunta cómo estoy y luego me pregunta cómo he llegado hasta aquí, y cuáles han sido mis últimos movimientos. A esa pregunta compleja se lo suelto todo, desde mi días de niño gordito a mis años en en los que pensaba que me moriría siendo virgen; pasando por mi idea de formar una banda de electro pop oscuro; mis años trabajando en hoteles y mis días de Youtube, y yo me suelto, y me siento cómodo contándole mi vida a un desconocido, pero porque no tengo nada mejor que hacer. Luego noto que no le está interesando nada de lo que le estoy contando, y joder, me dice que vaya al puto grano: -¿que has hecho en estos últimos días?
 Pues la semana pasada estuve pasando unos días en Mallorca, y fui con mi hija al cine a ver Dune, que la peli no está nada mal, y es verdad que en pantalla grande se disfruta mucho, y que si las cifras van bien en su estreno en China y Estados Unidos, rodarán una segunda parte, pero que no las tenemos todas con nosotros. En la sala nadie iba con la mascarilla puesta, y la gente estaba más pendiente en sus palomitas y sus refrescos que en la película. También he cogido autobuses de Palma hasta el Arenal, con un conductor de la EMT que no llevaba la mascarilla, imagino que porque el virus no iba con él. He estado en lugares repletos de gente en los que parecía que ya no había un mañana, ni pandemias ni pollas; he desayunado café con tostadas en la plaza del pueblo de Soller, con miles de señores alemanes setentones inmortales (todos imagino que vacunados), comiéndose la vida, riendo y montando en bicicleta por el centro del pueblo; he estado caminando por mi barrio del Arenal, y he acariciado a un gato antes de hacer una compra en el Mercadona,  y he desayunado en el interior de un bar en el que nadie, ni las camareras, iban con la mascarilla puesta. He cenado pizza en un restaurante lleno de gente con mucha hambre, he cogido el coche de mi padre y me he movido por toda la ciudad, y he estado en contacto con miles de personas, pero sí, creo que es más fácil echarle la culpa a mi padre.
 Así que los siguientes días paso el virus entre sudores, mal de cuerpo y mucho Filmin, Netflix y otras plataformas a las que estoy suscrito por encima de mis posibilidades. Y en esos días me reencuentro con el cine, sobre todo el clásico, y  por ver alguna cosa nueva, a mí novia le pongo la nueva de M. Night Shyamalan -que sé escribir su nombre si lo corto y lo pego del Google-, y me dice que la peli es una puta mierda, y casi me cuesta un divorcio, pero luego pienso que no estamos casados. ¿Cuántas parejas habrán roto por culpa de ese Shymalan?
Ahora llevo ya dos semanas encerrado y siento que estoy mejor… de verdad… sé que no hay mucha diferencia del mí «yo malo» al mí «Hola, estoy sano». Ahora espero que me den el alta y en cualquier momento me dejarán salir, y volveré a hacer un millón de cosas. Sé fuerte, sé siempre tú. (No sé qué mierda estoy diciendo con esto…) Mucho ánimo a todos. 


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