lunes, 23 de marzo de 2020

DIARIO (ENCERRADO)

23 DE MARZO
Esas cosas que tiene la crisis, he salido de la cama antes de las 8 de la mañana. He desayunado; he ido a comprar; he hecho cola para subir por la rampa mecánica. Me han ordenado lavarme las manos y ponerme guantes de plástico y he hecho una compra normal (porque no me gusta tirar comida ni guardar latas para los próximos 20 años).- Sí, he encontrado papel higiénico. Sí, he comprado-. Si llegas después de las 12 lo más seguro es que no encuentres “el culito limpio en el fin del mundo”. La gente haciendo la compra con sus mascaras (que por cierto, sigo sin tener, ¿dónde se compran?, es coña, vivo en Madrid). He comprado una ensalada y fruta (esto si que es raro). He vuelto a casa y he pasado por delante de una obra, la vida laboral seguía para ellos. Al entrar en el portal me sentía Chernobyl, intentando no tocar nada. He llegado hasta la cocina y me he desnudado, luego me he metido en la ducha. Qué diario más raro todo.

sábado, 21 de marzo de 2020

EN ESTOS DÍAS RAROS



Me pongo a escribir con la sensación de estar recibiendo demasiada información. Intento hacer un repaso de todos los acontecimientos; demasiadas sensaciones de golpe, demasiado de todo, como una hostia en toda la cara que nadie esperaba. Noticias que se actualizan cada 5 minutos; las redes sociales más activas que nunca y un millón de mensajes, vídeos y memes que nos llegan por el móvil. Así es imposible desconectar y pensar en otra cosa.
Fue por enero; por navidades me ponía enfermo con una gripe de morir. Un sábado salí del curro del japo para ir a actuar; cogí frío, yo qué sé. Volví al curro de cocina y en el turno de la noche estaba que me moría; el jefe me vio tan mal que me envió a mi puta casa y me metí en la cama. Joder, soy un señor de 44 años, soy diabético, espero no vomitar porque ahí sí que me moriré. Creo que nunca había pasado una gripe tan mala, con la fiebre tan alta. Mi mujer también había estado mal, nos lo pegamos. Días de cama y de no poder moverme -joder ,hostia- Recuerdo que me pasé toda una mañana boca arriba, no me podía ni levantar para ir al baño (al final fui, no me gusta hacerme pipí encima). La nochevieja la pasamos en la cama; vimos las campanadas en la tablet, con fiebre y hechos una puta mierda. Después de una gripe te quedas fatal: el cuerpo débil, tus músculos son caca, no tienes fuerzas para nada. intenté volver al trabajo (después de los días festivos),me seguía encontrando muy débil. Semanas más tarde me recuperé. A principios de enero mi contrato finalizaba y tenía que renovar o morir; me dejaron en la puta calle, volví a casa; a mi ansiedad, mi depresión, mi mal estar, mi Lars Von Trier interior. De nuevo en mi vida de parado me largué unos días a la isla ,para ver a mi hija e intentar “arreglar el paro”,me ofrecían 200 euros de ayuda pero perdía el paro acumulado.
-Ahora entiendo porque la gente se queda en la calle (le dije a la mujer que me miró los papeles con sus ojos pegados a la pantalla del ordenador).
-Y yo (me contestó al otro lado de la mesa)
Salí de la oficina sin nada y sin futuro laboral. Me metí en el autobús hasta el aeropuerto y volví a Madrid. Me encerré en casa (esa cosa que hacemos los putos parados que no tienen nada). Fueron pasando las semanas y de nuevo a la rondita del “si me entero de algo te digo” y “seguro que esto es pasajero, una mala racha Toni”.
 Volví a actuar todos los jueves en el bar; con eso podía hacer una compra, comer, nada más. Tengo el móvil cortado, ya te lo había dicho, ¿no? Fue por enero cuando empezamos a saber sobre el virus “coronavirus”, -joder, los putos chinos, qué locos que están-. Lo primero que vi sobre el tema fue un meme en Twitter con la casa Real. Luego vimos en las noticias que los chinos estaban construyendo a toda hostia un hospital gigante (eso lo habíamos visto en las pelis, ¿pero qué está pasando aquí?- bueno, no pasa nada, son chinos, está lejos-. En febrero se cancelaba el Mobile world congress y lo vimos con incredulidad -tiene que ser muy gordo para que se cancele un congreso que genera tanta riqueza-.
 Pasaban los días; yo seguía en casa, encerrado, y los jueves seguía saliendo para ir a actuar. El último show fue el pasado jueves 5 de marzo. Ese día en el metro vi a dos personas con sus mascarillas: un señor (no sé de qué edad); luego vi a otro señor mayor que no sabía muy bien cómo llevar la mascarillas y se le empañaban las gafas y casi se cae por las escaleras mecánicas. Al día siguiente era viernes 6 y celebramos el cumple de mi chica en el bar donde actúo; vinieron los amigos, bebimos hasta morir, salimos de fiesta, nos abrazamos, hicimos el idiota (lo normal de un cumpleaños con drogas). Recuerdo también que un mes antes de eso, en twitter apareció un vídeo del cirujano Pedro Cavadas hablando del virus en plan “no nos están contado la verdad”, bueno, el típico vídeo viral. Seguimos con nuestras vidas. Luego murió el doctor que trató de alertar sobre el brote -madre mía, qué película va a salir de todo esto- pensamos los que somos frikis de la ciencia ficción y el terror. Contagio de Steven Soderbergh (peli que volví a ver estos días). Todo el genero zombie, Walking Dead, La Carretera, Guerra Mundial.- Bueno, esto ya estaba en la ciencia ficción-. Luego el virus dio el salto a Europa y ahí la cosa cambió. Italia y luego nuestro país; primeros casos de personas infectadas por el virus.Voy a intentar tirar de memoria mal: los alemanes confinados en un hotel en Tenerife. Valencia, luego Mallorca. «bueno, están en las islas». Luego empezamos a ver por la tele al médico Fernando Simón (tipo de aspecto curioso con la voz rota y un montón de pelo blanco en plan científico);nos iba informando de lo que estaba pasando en plan :« por ahora no hay que tener miedo, estamos bien, estamos investigando los casos, que no cunda el pánico». Y pasaban los días y habían más ruedas de prensa: «son casos aislados, podemos seguir haciendo vida normal, la gripe común mata a más gente, fumar es malo, la música tecno te lleva directamente al infierno, todo va guay, en serio».
El pasado domingo 8 era el día de la mujer y había marchas en toda España con millones de personas en las calles. «Si mi hijo me pregunta si puede ir a la manifestación del 8-M le diré que haga lo que quiera»
El lunes 9 por la tarde iba a hacer una compra normal: cuatro cosas para comer -me pareció raro ver a tanta gente llenando sus carros, ¿un lunes a esta hora?-. Volví a casa con mi compra, encendí la tele y la comunidad de Madrid decretaba el cierre de colegios y universidades en toda la comunidad. Entendí que aquello era inédito, raro, aquí van a pasar cosas. Ahí me puse en plan “señora mayor” y hablé con mi ex mujer, también soy padre y quería saber qué iba a pasar en Mallorca. -Pues aquí por el momento no se sabe nada.
El martes 10 Ortega Smith daba positivo en coronavirus y aparecían las imágenes de él moqueando con su pañuelo en el maravilloso congreso de VOX. Luego salió Santiago Abascal en un vídeo echándole la culpa al gobierno -joder, pero qué putas risas, ¿no? Días más tarde otro vídeo de Ortega Smith, esta vez desde su casa haciendo ejercicio, cocinado, en su escritorio como “trabajando” (VOX, cuantos virales no está dando).
 La tarde del martes salí al mercadona para hacer una compra normal, lo de siempre: una bolsa con cuatro cosas para comer dos personas. Esta vez era el fin del mundo y yo era Matt Damon en aquella película; la gente corriendo por los pasillos con los carros; no pude comprar leche ni carne, la gente había arrasado con todo menos con unas salchichas con quesito dentro. Al final compré un par de bolsas de patatas fritas y un refresco, esas eran mis previsiones para el fin del mundo.
En las horas siguientes en las aplicaciones de trabajo todo eran anuncios de gente que se ofrecía para trabajar como cuidadores de niños (de repente todo un país lleno de maestros titulados para cuidar nenes), ¿Qué estaba pasando aquí? Por la noche la jefa del bar me envió un mensaje :
-¿mañana actúas?
-Pues claro.
-Te lo digo porque me están cancelando todos los shous y no sé qué voy a hacer, llevo todo el día sin clientes.
El jueves se declaró oficialmente la pandemia y tuvimos que cancelar el show. Durante el día fuimos cayendo todos: espectáculos cancelados, cierre de salas. Cancelado, cancelado. Si no tenía algo que cancelar no eras nadie.
El viernes 13 a las 15:30 horas el presidente declaró el estado de alarma - Joder, ahora sí, esto no lo había vivido nunca-. Bajamos a hacer otra compra al mercadona, otra vez el papel higiénico había volado (nunca habíamos tenido el culito tan limpio).
 En esos días también murió Max Von Sydow, pero de anciano y no fue noticia. También leímos que Tom Hanks y su esposa se habían contagiado con el virus. Fue una semana rara y en las noticias hablaban del fútbol -¿qué iba a pasar con la liga?- un estadio cerrado y sus seguidores muy enfadados gritando en la puerta -NO NOS PUEDEN DEJAR SIN NUESTRO FÚTBOL-. Las noticias más importantes sobre la nueva crisis era saber si íbamos a seguir teniendo Fútbol, Semana Santa o las fallas de Valencia (no entendía nada).
 El sábado 14 el país se ponía en cuarentena con todas las medidas del estado de alarma. Yo también fui a la wikipedia. Ahora el tono era otro; nos enviamos mensajes -¿cómo lo ves? qué raro todo, ¿no? ¿estáis bien por ahí? Dicen que lo van a cerrar todo. Tiendas, bares, nos vamos al quiebro-. No se va a cerrar Madrid (otra de las frases que escuchaba en las noticias) Luego el teletrabajo. El Gobierno animaba a teletrabajar ¿qué cojones es eso? Pero si yo estaba en la mierda sin trabajo ¿teletrabajo?
 Así que la gente se puso a trabajar desde casa (todo el país desde su Mac, con su tacita de café y su bufanda en plan autores escribiendo la nueva Novela americana). El móvil ahora era una ametralladora, en la vida me habían llegado tantos vídeos de la comunidad gitana a mis grupos de whatsapp. Con la cuarentena obligada de repente todo un país se veía encerrando en casa. En las horas siguientes apareció el hashtag #QuedateEnCasa y famosos y millonarios desde sus mansiones nos animaban a quedarnos en casa (la vida es mejor cuando tienes una piscina interior y un salón más grande que una pista de tenis). Nosotros llevamos ya 12 días metidos en casa, yo desde enero, sin trabajo, sin ingresos. Mi novia tenía que empezar a trabajar el pasado lunes (no fue posible), todos lo que estábamos mal tendremos que ir improvisando. Los que vivimos al día.
Estos días he vuelto a salir para hacer la compra “mis crónicas del mercadona”. Creo que nunca había comprando tan bien; todo el mundo en silencio, todo el mundo con sus mascarillas (yo no tengo, me he tenido que tapar con un pañuelo negro y parecía que iba a atracar a la cajera). Otra vez el tema de papel higiénico (no había). El pasado martes otra rueda de prensa con el ministro del interior. A las 15:37 Pedro Sánchez de nuevo se dirige al país. Hoy miércoles 18 directo desde el Congreso. Tengo la sensación de que nunca nos habíamos comunicado tanto; haciendo directos, videollamadas, mensajes cada día. Todo esto es pasajero «me siento tan 2008 todo el tiempo». El tema del alquiler ¿el mes que viene qué?, nadie da respuesta a esto. En estos días doy mucho el coñazo en redes, ya estaba en ellas; con mis vídeos, mis dibujos y mis mierdas. En estos días también pido ayuda (para hacer la compra) y me siento raro. -Joder Toni, yo pensaba que vivías de aire-. Pues no. -Pues con todos los seguidores que tienes seguro que ahora te echan una mano-. Espera que me eche unas risas. El mes que viene ya veremos. Ahora son las 17:45 de un miércoles 18 de marzo y en el futuro hablaremos de este año raro. También nos preguntamos qué va a salir de todo esto ¿reajuste social y político? ha sido un castigo del medio ambiente ¿han sido los rusos? ¿el hombre llegó realmente a la luna? ¿podremos hablar de otra puta cosa en el futuro? Yo tenía pendiente volver a la isla para trabajar la temporada de verano ,¿y ahora qué? somos un país que vivimos del turismo. No sé, creo que todos nos hacemos las mismas preguntas. Los ricos saldrán de esta, a ver qué cojones hacemos los demás.

martes, 10 de marzo de 2020

LAS CUCARACHAS


Tenemos que hablar de ellas: En los hoteles hay cucarachas -vale, ya lo he dicho- Es así, es una verdad, una realidad,- Espera, puedo empeorarlo más-. Los hoteles está plagados de miles de cucarachas. Muchos hoteles se han construido en viejos solares al lado de bosques. El arenal está lleno de bosques, viejas canteras abandonadas. Los hoteles se construyeron en los años 60 y llevan toda la vida ahí plantados. Casi cada año, los hoteles cierran unos meses y hacen una pequeña reforma: pintar la fachada, las habitaciones, cambiar algún mueble del comedor. Lo intentan poner más bonito pero las cucarachas siguen viviendo en su interior. Se pasean por los sótanos, las tuberías, los muebles del comedor, de la cocina. Están por todo el maldito hotel y se van a quedar ahí para siempre. Sí, en un improbable Apocalipsis (ya sea zombi o nuclear), las cucarachas seguirían vivas para seguir dando por culo.
 Hace muchos años, en otro hotel; El jefe de cocina se acercó a mí y me dijo :« baja al economato y barre las cucarachas, que han venido a fumigar por la tarde» . Fue mi primer contacto con ellas dentro un hotel. Abrí la puerta del economato de la cocina y aquello era un cementerio de cucarachas; barrí cucarachas casi una hora.
No sé cada cuanto tiempo pasan los fumigadores por los hoteles, pero yo nunca los he visto. Me los imagino recorriendo los pasillos de los sótanos: vestidos con sus uniformes de caza fantasmas, con sus pistolas láser buscando a esos pequeños aliens. En ese mismo hotel, estando en el comedor; una clienta se me acercó con un plato con un trozo de tortilla de patatas y me lo dio. Dentro la tortilla había una cucaracha que sobresalía de ella, con sus patitas, toda muerta. Me quedé cortado y no supe que decirle, cogí el plato y volví a entrar en la cocina.
En el caso de que aparezca una cucaracha en el comedor, ¿quién tiene la obligación de matarla? Las camareras por lo general salen corriendo. El dueño del hotel está en su piscina con unas prostitutas rusas. Los de la recepción no van a entrar en el comedor para acabar con la vida de la cucaracha.
 Hace unas semanas; en el turno de tarde, estaba con un compañero de la cocina, estamos en medio del comedor, al lado del bufete, una cucaracha apareció corriendo en medio de los clientes y una clienta nos miró y señaló a la cucaracha.
-Toni, ve a matarla-.
-¿yo?, ni de coña, no es mía. Ve tú.
-Yo no voy a ir-.
-Yo si que no voy a ir. Que la maten los camareros.
Al final la cucaracha se metió por debajo de una mesa y le perdimos la pista. Nadie fue a matarla.

MIS COMPAÑEROS DE COCINA

El primer día que entré a trabajar pensé que estaba en un país extranjero, luego me di cuenta de que todos mis compañeros eran andaluces; de Jaén, o de Granada, o he Huelva. Yo me sentía como en la Guerra de las Galaxias, intentando hacerme entender entre aquellos gilipollas.
Normalmente la gente tiene una imagen distorsionada de las cocinas y de los cocineros. Todo por culpa de las películas y programas de televisión que han vendido una idea romántica y maravillosa de cocinar: Ratatui, el chef ese de la tele, Master Chef, los cocineros con tatuajes y pelo guay que cocinan mierdas con espuma en sus restaurantes laboratorio (todo eso no es real).
Las cocinas de verdad son un puto infierno: son grandes, feas, sucias, todo arde, todo da asco, el suelo, las paredes, las planchas, los fogones, los extractores. Non son lugares para querer estar. Luego hay algo extrañamente adictivo, a estar mal, a estar en la mierda. Cuando pasas demasiados años metido en ellas corres el riesgo de pasar a ser parte del mobiliario.
Primer día en las taquillas.
-Soy Toni, empiezo a trabajar hoy.
-Yo me llamo Sergio.
Sergio tiene cara de joven desgastado; por las fiestas, demasiadas drogas, demasiadas putas y paquetes de tabaco.
Saco de una bolsa de plástico toda la ropa nueva que me han dado, ahora parece nueva, limpia, sienta bien estrenar ropa nueva. Después de 8 horas de cocina la ropa ya estará para tirarla y quemarla, sudada y asquerosa. Después de la primera lavadora será un trapo viejo.

lunes, 9 de marzo de 2020

TUS DÍAS DE RAMENES


Fue hace unos años; estaba en el baño delante del espejo a punto de cortarme una oreja cuando me llamó un amigo para decirme que estaban buscando a un ayudante de cocina en su trabajo; un restaurante japonés. -Bueno, suena bien, me gusta el cine japonés; he visto Totoro y la de Ponyo, me apetece-.
-Sí, el curro es sencillo, tú te ocuparías de hacer el ramen; freír cuatro cosas, ir a hacer la compra. Ellos son muy tranquilos y el ambiente es muy relajado-. ¿Ramen? vale, no sé qué es, voy al youtube que está todo, tutoriales: sopa con fideos y muchas cosas. El ramen está de moda entre los gilipollas de La Latina; toda esa gente del cine, guionistas aspirantes a vender un guion de serie para Netflix, colaboradores de algún programa de la tele para viejas ,pintores fracasados cocainómanos, señoras divorciadas amargadas que publican, un actor que hizo una vez una peli en los 90 pero que ahora no lo reconoce nadie y va a comer ramen por si alguien se acuerda de él y le pide una foto, gente de instagram que no hace nada pero tiene seguidores. El ramen, joder con el ramen. Pues me parece guay. Mi amigo me da el contacto del segundo jefe, le envío un mensaje -hola, quiero hacer ramen-. -¿Cuando puedes venir para hacer una entrevista?-. -Mañana me va bien-.
Al día siguiente cojo un autobús plagado de viejos franquistas que me quieren quitar el asiento; hay wifi y en la calle hace frío. Es invierno; estoy bastante triste pero sé que las cosas van a ir a mejor porque tengo otra entrevista de trabajo y presiento que está vez va a ser la buena (el trabajo definitivo en el que estaré a gusto, valorado y realizado).
Llego hasta la puerta y aparece el segundo jefe : «¿quieres tomar café?» (otra entrevista de nivel, hay café, espero que me invite porque no tengo un duro).
cruzamos la calle y nos metemos en una cafetería de esas de modernos en la que puedes elegir el tipo de leche que quieres para tu café. Me siento con el jefe en una mesa :-bueno, háblame un poco de ti-.
-Pues ahora llevo unos años por Madrid,; he pasado toda mi vida en Mallorca, trabajando en hoteles, luego en productoras haciendo cosas del audiovisual. He estado fuera de las hotelería más de 12 años; ahora estoy pasando por una mala racha de mierda, pero sé que es pasajero, “actitud positiva a tope”, es lo que me dice la gente: Que deje de pensar en la muerte, que las energías positivas atraen cosas buenas, incluso he pensando en hacer yoga. También he sido autónomo, editor, realizador, lavaplatos, cómico, y salí un par de veces en un programa de éxito. Soy padre, arrastro un divorcio y una depresión de caballo, tengo instagram y más de mil vídeos en youtube, no sé qué más contar, puedo seguir…mi color preferido es el azul turquesa, he visto Robocop más de 100 veces…
-¿Pero te interesa el trabajo de cocina?
-Me interesa tener un trabajo. Si estoy a gusto y hay buen ambiente me quedo.
-¿Y te gustaría aprender cocina japonesa?
-Pues claro. Me gusta aprender cosas nuevas. Me considero una persona inquieta, un investigador, un poeta de los nuevos tiempos; cada mañana cuando me levanto, pinto un autorretrato desnudo mientras lloro pensando en la muerte de mis padres.
-¿Qué cojones dices Toni Nievas?
No lo sé, ¿cuando empiezo?
-Pues ahora hablaré con el primer jefe de cocina (también dueño del local) y te envío un mensaje en un rato para decirte la hora.
Después de la entrevista volví a casa volando, podía notar algo especial; en el aire, en las cosas, la gente por la calle de repente me parecía guapa, incluso la gente del metro. sentía que las cosas iban a volver a molar.
Al día siguiente un nuevo amanecer, un nuevo proyecto, una nueva entrada en mi diario privado. A media mañana entraba en mi nuevo trabajo: Una pequeña cocina en la que apenas cabían dos personas; un jefe, mi amigo el camarero (que estaría pocos días a la semana) ,Pocos elementos; Un par de neveras, una pequeña freidora, un pequeño lavaplatos para “cuatro cacharros”. Los congelados, los fideos para el ramen, un delantal, pañuelo “samurái” en la cabeza, abrimos la puerta, entran los clientes. El primer jefe se encargaba del sushi “el sushiman”, yo no tocaría el sushi, ni de coña. -«Son muy celosos con el sushi, no quieren que lo toque nadie, para ellos es algo sagrado y ceremonial, tú harás el ramen y poca cosa más»-. -vale, ¿y lo de aprender cocina japo?-
-Bueno, no sé, habla tú con ellos. -Otra cosa; habrá días en los que también tendrás que hacer de camarero, no sé si te lo habían dicho-. -¿cómo, camarero y cocinero?-. Pues eso.
Los clientes entran, se sientan, arranca el turno del medio día. El jefe me enseña a hacer el ramen “que no es fácil”. Agua hirviendo a tope, menos de 3 minutos para cocer los fideos “no te pases con la cocción”, para el primer jefe son dos minutos, para el segundo jefe son 3 minutos. luego el caldo, las setas, cebolleta, rabanito, la espinaca, las salsas, el pimentón.- Más caldo, menos caldo, tienes que fijarte bien en cómo lo estoy haciendo-. Vale, saco el móvil (soy una persona muy visual y siempre me ayuda hacer fotos), le hago fotos a todos los platos, a los ingredientes. También apunto todo en una pequeña libreta, son días de estudiar cocina japonesa. Luego los congelados, “karaage” que es puto pollo frito de toda la vida. okonomiyaki, takoyaki, la sopa miso, el udon “la otra sopa con fideos más gordos”- madre mía, un no parar de nombres raros-. Edamame, “vainas de soja”, las gambas fritas y más cosas ricas que no probé.
Dos semanas más tarde ya podía ir solo pero el jefe no me dejaba; lo tenía todo el tiempo en mi espalda, en mi nunca, podía sentir su aliento, no se fiaba de mí. -Son raros los japos-.
-Sí, son raros pero son buena gente: son muy educados, nunca te hablarán mal y el ambiente es muy tranquilo y relajado.
-Vale, eso ya lo estoy viendo, pero es que el jefe no habla conmigo, de nada.
Sí, pero es muy buen tipo, de verdad.
Pasaban las semanas pero no sentía que estaba dentro. Me levantaba, me duchaba, ponía una lavadora, luego salía por la puerta y me metía en el autobús, con mis ancianos de Madrid “esos que se pasean todo el día en el bus y a las 9 de la noche los devuelven a sus casas para cenar y dormir”. Hacía mi ramen y mis congelados, pero seguía teniendo al jefe observándome, a mi espalda, desde su barra fuera de la cocina “donde preparaba su sushi”. -es verdad, no se fía de ti, le he pillado mirándote varías veces-.
-¿Entonces por qué me tiene en la cocina?, debería estar él solo haciéndolo todo, ¿no?
-Cuando el vea que lo haces todo bien a su manera entonces te dejará solo.
Pero eso nunca pasó. La primera semana pensé qué sería buena idea probar la comida que estaba haciendo, no sé, locuras mías. Me preparé un ramen y el jefe me pilló comiendo (muy surrealista todo esto, lo sé). -Toni, tengo que hablar contigo; sobre el tema de la comida; he tenido problemas antes con otros cocineros y es mejor que no comas. -¿Qué no coma? ¿le estás diciendo a tu cocinero que no coma, HOLA?-. Esa fue la primera puntita del puñal que me iría metiendo durante mis días en su cocina. Pasaban los meses, era todo raro: el ambiente, un jefe que no me daba ni los buenos días cuando entraba por la puerta; no hablábamos de nada, ni de mi vida ni de la suya, ni de tele 5, ni de música, cine, algo, “yo qué sé”, follar, el fin del mundo, los hijos. En nada llegaría navidad y claramente iba a ser otro año sin cena de empresa; imagina esa cena de empresa con mi ex jefe, los dos vestidos de samuráis. El jefe no me miraba a los ojos, otra cosa que aprendí de ellos. -Pero lo hacen todos, (me comentaba mi compañero), es algo cultural, no miran a los ojos, pero ni a ti ni a nadie, si te miran a los ojos creo que se vuelven locos, o que se les borra el alma.
-Ya, pero joder, es raro estar trabajando todo el día con alguien que no te mira cuando te habla “las pocas veces que lo hace”. No me mira a los ojos y paso hambre “porque tampoco puedo comer”. Si me buscas los errores los encontrarás. Seguía trabajando y con el tiempo el jefe empezó a dejarme solo en la cocina (eso pasó muy pocas veces, porque no le quedaba más remedio). Muchas veces también salía al comedor porque había mucho trabajo, o porque directamente no había camarero “ajustes de la empresa”. Así que tenía que servir las mesas, coger la comanda, servir las bebidas y luego volver a la cocina para seguir haciendo de cocinero, (todo a gran velocidad y corriendo).
Un día, después de haber tenido el restaurante a reventar de clientes “putos hipsters de la Latina”, de ir de culo pero sacando el trabajo con la lengua fuera, después de haber ganado miles de euros (el jefe, yo no), después de hacer mil ramenes, poner los lavavajillas, servir las mesas, preparar caldo, cortar cebollas, llenar las cámaras y limpiar todo el comedor después del servicio, en el último lavavajillas rompí una copa :-NOOOO, TONI, NOOOO, en serio, no puedes romper las copas, de verdad (antes ya había roto alguna copa, lo normal cuando trabajas en hostelería;( mientras lees esto se están rompiendo copas en el bar que hay debajo de tu casa), todo esto sin mirarme a los ojos “debe de tener toc”, ya me lo ha repetido varías veces. Cuando pensaba que ya había parado volvió a sacar el tema : de verdad, en serio, no puedes romper copas, tienes que tener cuidado-.- Sí, si lo sé, pero como tengo puesto el chip de ir corriendo, pues a veces se rompen cosas, suele pasar en la hostelería, en los hoteles me enseñaron a trabajar corriendo-.
Luego llegaron más regalos; el papel de cocina, el de toda la vida, el rollo de papel que se utiliza para secar cosas, para trabajar, para todo. -Toni, no utilices el papel de cocina, sí es para secar una sartén, vale, pero prefiero que no lo utilices-. OK, estamos locos, no entiendo nada. Cada noche, después de cerrar la cocina, mientras limpiaba el suelo del comedor y el baño, el jefe contaba sus billetes delante de la caja, el mejor momento del día (su momento), yo volvía a casa siendo pobre. Sus dedos largos contando sus preciosos billetes.
La gente comete errores, a diario, en la vida, en el trabajo, pasa continuamente: te equivocas con algo, rectificas y aprendes. -Al jefe no le gusta que cometas errores, no lo soporta, para eso si que es muy japonés-. -Para eso y para todo, joder, que no soy un robot, soy humano, cometo errores.
-Toni, anoche te dejaste un par de cosas dentro del lava, eso no tiene que pasar más; cuando cerramos todo tiene que estar limpio y en su sitio-. Y yo no me quejaba de nada ni abría la boca;- puedo hacer el horario que quieras, los días que quieras, no te diré nunca que NO. Días festivos, hacer más horas extras (que las pagas como una mierda). No como, no hablo, no rompo nada, no gasto el papel, no te miro a los ojos, intento no cometer errores. Entro por la puerta: me cambio de zapatos, delantal, trabajar, salir, de vuelva a casa, dormir y de vuelta al trabajo.
Un día empezó alguien nuevo en la cocina (esto ya me había pasado antes), para aprender, no pregunté nada. Casi cuatro meses más tarde tenía que renovar el contrato o irme a tomar por culo. Un martes, después del turno de la comida el jefe me dijo :« antes de irte espérate que tiene que venir el segundo jefe para hablar contigo». -Vale, aquello no sonó bien, además el jefe había estado “extrañamente agradadle conmigo los días antes”-. Me cambié de zapatos, cogí mi bolsa y esperé a que llegara el segundo jefe. Presentía que algo malo iba a pasar, ahora que las cosas me empezaban a ir “bien mal”, no estaba a gusto pero tenía un trabajo, un pequeño sueldo, casi ya podía hacer pagar el alquiler y hacer la compra yo solo (ni de coña). Apareció el jefe, nos volvimos a sentar (esta vez no había café ni háblame de ti, tú molas un montón). -Como ya sabes terminabas el contrato este mes (arranca mal la cosa), y hemos decidido no renovarte el contrato. Tú me caes muy bien pero has visto que es muy difícil trabajar con el jefe ,(entonces no es por mí, es por ti). El jefe tolera mal los errores, no le gusta que la gente cometa fallos-.
- Sí, si lo sé, pero es que no soy un robot, pero creo que he trabajado bien, he ido sacando el trabajo. No sabía nada de ramen y ahora soy un experto.
-Sí, si yo no tengo ningún problema contigo, es el jefe que tiene sicología cero con la gente, además no quiere trabajar más con españoles. Vamos a probar con otro tipo de perfiles. (Mientras me iba diciendo todo esto en mi cabeza empecé a imaginar un coro de personas bailando, danzas africanas, bombas nucleares, tiros en la cabeza, el fin del mundo, pobreza, destrucción, yo matando a niños con katanas japonesas), no estaba entendiendo nada de la conversación, pero también he aprendido con los años a no debatir con putos gilipollas explotadores de mierda que no merecen tener negocios que les vaya bien. Así que no dije nada, firmé un montón de papeles que decían que volvía a estar en la mierda. Después de eso cogí mis cosas y salí por la puerta. No llovía, pero casi. Meses más tarde me encontré con el ex compañero camarero y me dijo que el jefe había contratado a 4 filipinos. Maldito ramen.

sábado, 7 de marzo de 2020

LOS CLIENTES



Los clientes que vienen a veranear a esta zona de Mallorca son unos imbéciles; No están buscando ni museos, ni librerías, ni danza contemporánea, ni locales de recitales de poesía beat. Lo clientes que vienen al Arenal son unos putos cafres que probablemente no sabrían señalar Mallorca en un mapa. Les han vendido algo barato, los han metido en un puto avión y por eso están aquí ahora, todos, comiendo como cerdos en mi bufete (bueno, no es mi bufete, es del hotel).
Si no te gustan las familias este no es tu trabajo. Puede que no haya nada peor en el mundo que ver familias de vacaciones: papás y mamás con sus 4 hijos insoportables que no paran de dar el coñazo. Parejas de padres con su hijo de 5 años y su otro hijo recién nacido (para tener la parejita). Viajar con un bebé,- ¿pero es que te has vuelto completamente loco?-, Parejas con hijos para intentar salvar el matrimonio. Parejas que hace tiempo se tenían que haber separado y se sienta delante de mí, como muertos, con sus caras pálidas y sus hijos pegados a la pantalla del móvil. Si no te gustan los bebés, este no es tu trabajo; todos lloran, en el comedor, en la piscina, cuando pasas por recepción lo primero que verás será a un puto bebé llorando. Los peores son los bebés alemanes, lloran de otra manera, lloran en nazi.
 ¿Qué tipo de cliente es el peor?, no lo sé, creo que todos. Al menos todos los que vienen al todo incluido. Puede que los peores sean los portugueses, porque te piden cosas, porque hablan, porque no saben dónde están las malditas cosas
-¿dónde están los platos?-.
-Los tienes delante-.
-¿qué es esto?-.
-Es pescado, lo tienes delante escrito-.
 A las 13:00 se abre el comedor. Los primeros en entrar son los alemanes, quieren comer pronto y largarse pronto; para seguir bebiendo; para volver a la piscina. Si el comedor cierra a las 15:00 los españoles entrarán a partir de las 14:30, incluso 14:50. Somos así de hijos de puta, no pasa nada, está abierto hasta las 15:00. Puedo entrar incluso a las 14:56 si me sale de los cojones porque no me importa nada y tu puta vida de ayudante de cocina me importa una mierda.
 Te digo una cosa: cuando entras a diez minutos de cerrar, la comida está hecha un asco. Piensa que todo el mundo ya lo ha manoseado todo. No vamos a cambiar todas las bandejas porque entres unos minutos antes de cerrar; esas bandejas con comida que ahora parece chicle mascado llevan ahí desde que abrimos el comedor a las 13:00. No pongas mala cara porque el cocinero está recogiendo el bufete y tú no has podido coger comida por llegar tarde; estás de vacaciones, joder, no tenías nada mejor que hacer que levantarte a una hora normal, hacerte una paja, darte una ducha y luego bajar al comedor a comer.
 El aspecto de los clientes españoles es ridículo, se pueden distinguir a kilómetros: Se arrastran por el comedor como focas gordas, hombres y mujeres gordas con tatuajes baratos que se hicieron en una noche de drogas y locura. Parejas de cuarentones en crisis que ni se miran, familias enteras que viajan juntos, la madre, el padre, la abuela, la suegra, los primos. Los hombres llevan camisetas de tirantes por las que se escapa todo el pelo de su pecho, espalda y brazos. Están calvos o empiezan a estarlo, llevan pelo en las patillas (estilo años 70 o hace cuatro siglos) van por el comedor en pantalón corto de la playa y en chanclas. Hay un detalle curioso que se repite en todas las mujeres, da igual la nacionalidad; Las mujeres llevan las tetas mojadas. Se han metido en la piscina y al salir se han puesto el vestido encima del bañador. Desfile de tetas mojadas. Podrían haber subido a la habitación para ducharse y estar cómodas para la comida, pero no,- estamos de vacaciones-.
 Luego están las parejas: parejas jóvenes que comen deprisa porque quieren volver a la habitación para seguir follando, parejas de mediana edad en crisis que han decidido hacer este viaje por hacer algo divertido.
Las parejas de mediana edad en crisis que han decidido tener otro hijo para intentar arreglar las cosas. Las parejas con muchos hijos que no se divorcian por los hijos pero que se odian a muerte.
Y luego están las parejas que no se comunican, como si hubiera una pared imaginaria entre ellos. Cada uno con su móvil, o incluso sin móvil, sin hablar durante todo el desayuno, la comida, la cena. Luego en la cama de la habitación cada uno se queda en la esquina de la cama hablando mirando el móvil, las fotos de otras personas, la otra vida que podría haber sido.
Una vez: en el comedor, mientras yo estaba en la plancha de “la cocina en vivo”, se sentó delante de mí una pareja, (chico y chica), debían de tener unos 30 años, pareja de hace años ya gastada. Él llevaba unos grandes auriculares en las orejas mientras cogía la comida del bufete, ella esperaba en la mesa con cara de puta amargada. Después de coger su comida: se sentó con ella pero no se quitó sus grandes auriculares de las orejas, (yo flipé), me los quedé mirando durante toda la comida. Él con su puta movida, su música, ahí callados los dos.
En otra ocasión, también estando en la plancha haciendo chuletas, otra pareja se sentó delante de mí. Él: un desastre, feo, pelirrojo, cara de idiota. Ella: gordita, muy fea, más que él. Se pasaron toda la comida cogidos de la mano y hablando, pero no les podía oír. Daba la sensación de ser una pareja de extras, de una serie o una película, que movían la boca pero sin decir nada.


LOS VIEJOS

Mallorca en invierno está llena de viejos. El turismo de jubilados. Piensas que vienen todos a morir pero eso no pasa, porque cada año vuelven, cada año hay nuevos viejos, salen de la fabrica de viejos y los meten en la isla, en el Arenal. El imserso. Esos jubilados hijos de puta son los peores clientes. Comen como bestias, comen como si no lo hubieran hecho nunca. Vienen al hotel para desayunar, comer, cenar, cagar y dormir. Vienen en pareja y se visten igual, para no perderse. Los ves caminando por la playa, los ves tomando el sol, (puede que sean los últimos rayos de sol que tomen en sus vidas). Cuerpos gastados y encogidos, mujeres calvas con ropas fluorescentes, dentaduras postizas, demencia, diabetes, babas, andadores, sillas de ruedas. El hotel en invierno es un geriátrico. Cada año muere más de uno, en medio del comedor, mientras duermen, un paro cardiaco mientras caminan por el paseo de la playa. Los viejos son feos, no molan, la vejez da asco, y más asco da verlos comer. Una vez una señora muy mayor se paró delante de la plancha y me preguntó si el pescado era fresco, me podía haber reído durante horas, pero no lo hice. le contesté que sí, que era fresquisimo. Luego empecé a imaginar una historia en la que el jefe de cocina se levantaba cada día a las 4 de la mañana para ir a pescar a aguas del cantábrico, que iba con los negros de la máquina, que pescaban muchos peces y que volvían al hotel sobre las 9 de la mañana y se ponían a preparar el pescado. Mucha risa, ¿no?

martes, 3 de marzo de 2020

TODO ESTO ES PASAJERO


Puede que sea una de las frases que más he repetido en mi vida: esto es temporal, haré esto durante unos años y luego haré otra cosa, en realidad esto no me gusta pero es lo que hago, yo soy otra cosa pero esto es lo que hay. Cuantas veces he oido frases similares de compañeros, de gente que ha pasado fugazmente por los hoteles, caras que recuerdo sin nombre. Después de 11 hoteles y un par de restaurantes he conocido a cientos de trabajadores, con sus vidas, sus problemas.
-«Trabajaré aquí unos años más y luego me compraré un barco, eso es lo que haré, seré pescador»-.
-«Me estoy sacando la licencia para taxista, cuando la tenga enviaré este trabajo a la puta mierda»-.
-«Salí de la cárcel y me di cuenta de que no sabía hacer nada, la cocina me salvó la vida»-.
 Hace mil años, en otro hotel; apareció una chica flaca fregando perolas, yo no sabía muy bien qué pintaba allí, no sé de dónde salió. En las cocinas llámanos perolas a las ollas, (el cuarto dónde se encuentran todos los cacharros de la cocina). Sigo; las perolas eran más grande que ella, apenas tenía fuerzas para levantarlas. -«Yo es que me iba a casar y salí corriendo»-. Una chica que salió de su pueblo y se ocultó en nuestra cocina. Creo que duró un par de semanas, nunca más volví a saber de ella.
Antes, hace mil años, no existían las redes sociales, le podías pillar el teléfono a alguien, pero tampoco teníamos móviles. Si alguien desaparecía lo hacía para siempre.
Llamada de teléfono
-Oye, soy Toni, trabajé contigo hace 20 años en un hotel, no sé si te acuerdas de mí. Quería saber cómo estabas.
Empecé a trabajar en los hoteles con 17 años. Primero de camarero. Recuerdo el día que me puse la ropa de camarero, delante de mis padres en el salón de casa, se rieron de mí. Yo no quería ser camarero, quería ser artista como Picasso. Trabajé de camarero durante un año, creo que fui el peor camarero de la historia.
El primer hotel donde trabajé era gigante, el comedor era gigante, todo era a lo grande. De los primeros hoteles que se construyeron en la isla que por muchas reformas que tenga siempre tendrá aspecto de hotel de los años 70 tipo El Resplandor.
De repente se abrieron las puertas y me soltaron allí en medio del comedor: con mi pantalón negro de camarero, mi camisa blanca, mi pajarita y mi chaleco negro (vaya cuadro). Me pusieron una bandeja en las manos y me dijeron -venga, a recoger mesas-. No sabía ni sostener la bandeja.
Cuando empecé en los hoteles debía pesar casi 90 kilos y en pocos meses me quedé en 60 kilos. Estar en la mierda como método para ponerte fino.

lunes, 2 de marzo de 2020

UNA VIDA LABORAL DE ÉXITOS



Tenía 42 años y había vuelto de nuevo la isla después de un intento frustrado de vivir en Madrid en el que casi acabo viviendo en un cubo de basura. Recién separado, después de salir de mi ex casa, con una bolsa con algo de ropa (sucia) y sin un puto duro, me metí en un avión y me planté en Madrid, a lo kerouac. Pasé los peores y mejores meses de mi vida viviendo en un pequeño cuartucho con una pequeña cama al lado de una ventana con vistas a una vieja lavadora. En abril volvía a Mallorca para vivir de nuevo con mis padres. Pensé «vale, volveré a mi casa y encontraré mi vieja habitación como la había dejado en el 99: con mis posters de Nirvana, Morrison, Janis Joplins, mi estantería con mis revistas guarras y mi torre de música». Nada de eso estaba, esto no es una peli indie. Me encontré con una habitación color verde y pintura naranja que le había sobrado a mi padre de no sé qué extraño experimento de decoración para jubilados. Una vieja cama para dos personas pero incómoda, unas cortinas recién salidas de una escena de un crimen, una foto enmarcada del pueblo de mi padre en Jaén (foto que saqué al pasillo), y otra foto en blanco y negro de la boda de mis padres (que metí en el armario para no tener pesadillas), por cierto, en la foto mi madre llevaba unos guantes blancos monisimos, y mi padre tenía cara de camarero. Me tumbé en la cama y me sentí de nuevo vacío y en la mierda “como todo buen recién separado de un largo matrimonio”.
 Abrí mi aplicación de tinder y nada, luego abrí mi aplicación laboral y tenía una notificación: me habían preseleccionado para un puesto de ayudante en un importante restaurante de hamburguesas gourmet (son como todas las putas hamburguesas de toda la vida pero con más mierda dentro y los pijos flipan con ellas). Salí de la cama y cogí el coche para ir a la entrevista de trabajo; estaba de nuevo en la isla, estaba preparado para volver a vivir, para recomponer cosas, nada podía salir mal.
 Llegué hasta el restaurante: local pequeño, pocas mesas, sitio fino, grandes cristaleras, muy limpio, todo perfecto para los selfies de instagram. Me senté a hablar con el jefe de cocina y el jefe de sala (los dos socios y propietarios, dos empresarios: tipos jóvenes con buen pelo, gente de éxito, buenas familias, dinero, coches grandes y caros, fincas, esposas rubias embarazadas del segundo hijo, viajes a Nueva York, algún salto en paracaídas, poco tenía que ver con ellos). Nunca antes había tenido una entrevista de trabajo con pijos empresarios que también son “curritos”, empresario pero también camarero, es raro, ahí choca algo que no puedo comprender. Eres pijo pero también estás trabajando de camarero en tu propio negocio, el curro de camarero es una puta mierda y lo hace la gente que no puede hacer otra cosa. Y el jefe de cocina lo mismo. Me senté con ellos y hablamos: «llevamos ahora un año aquí y lo estamos petando (gente de éxito), hacemos hamburguesas “gourmet" (me pasaron la carta, cartón del caro, buena presentación), y ahora estamos buscando a un ayudante de cocina. Hemos mirando tu currículum y tienes mucha experiencia en hoteles. No sé si te puede interesar.
-He vuelto a la isla para pasar una temporada, he estado viviendo unos meses en Madrid haciendo otras cosas que no tienen nada que ver con la hostelería.
-¿Pero te vas a volver a Madrid?
-Yo si estoy bien y estoy a gusto me quedo.
-Aquí tenemos trabajo para todo el año.
-¿Cuando puedo empezar?
-¿Mañana?
(qué rápido todo, ¿no?).
Entonces volví a casa con trabajo, me metí en mi coche sucio y viejo y me puse música indie pop (perfecta para tener un accidente en carretera). Entré por la puerta de casa con la cabeza bien alta y le dije a mi padre que había conseguido trabajo, su hijo, el orgullo de la familia, ya no sería nunca más ese hijo perdido en la mierda que no hace nada y se pasa las horas metido en su vieja habitación de adolescente viendo porno chungo de tipas que se escupen a los ojos (porno de ese moderno). Al día siguiente me levantaba siendo otra persona; me metía de nuevo en mi viejo coche y aparcaba fuera de la zona azul “a tomar por culo del curro”, cogí una bici del ayuntamiento para llegar al trabajo, entré por la puerta. El jefe me dio un delantal. Podía trabajar en vaqueros y de negro (guay porque siempre visto así). Cortar patatas para freír, boniato, pelar unos ajos, preparar guacamole para los nachos, poca cosa más. Sencillo, pequeño, todo a mano. Nada que ver con las gigantescas cocinas grasientas con sus 20 almacenes, cámaras frías, pasillos interminables con sus camareras de pisos lanzándote sus carros a la cara. También era la primera vez que iba a trabajar en un equipo pequeño: en el turno de la mañana siempre con el jefe, y en el turno de la tarde con el jefe, el segundo de cocina y una chica de refuerzo los fines de semana. Cada mañana tendría que estar con el jefe, solos, yo con él, tendríamos que conocernos, hablar de cosas (eso siempre es peligroso). Cuando trabajo cambio, me meto en un disfraz de trabajador, me pongo serio, puedo ser una persona muy aburrida, mantengo las distancias. Supongo que es lo que te da la experiencia.
Aprendí a hacer el trabajo en pocos días. Me apuntaba las cosas, el jefe me veía escribiendo notas, le hacía fotos con el móvil a los platos: Las Hamburguesas las hacían los jefes. Yo me ocupaba de los nachos y unos bocadillos calientes (no era un trabajo en la NASA). A las dos semanas ya me sentía dentro, era Neo parando las balas en el aire, sacaba el trabajo bien y rápido. Después del servicio tenía que fregar cuatro cacharros, chupado. Tenía por fin un trabajo en el que me sentía a gusto y valorado -«el jefe está contento contigo»- me decía el segundo de cocina-. -«es que no sabría qué hacer sin ti»- (me llegó a decir una vez). Joder, pero qué guay todo. Libraba los domingos, veía mi porno chungo porque el tinder no me funcionaba, volvía a tener dinero para ir al cine, me compraba algún libro de vez en cuando, hasta me compré unas zapatillas modernas de cuarentón en crisis, sentía que mi experimento de ser una persona normal estaba funcionando.Ya no tendría que ser autónomo nunca más y tendría trabajo para todo el año. 
Llegó el verano y yo estaba delgado, estaba bien. Ya no tenía ganas de atracar una farmacia o de explotar una gasolinera para desahogarme por toda la frustración acumulada de mis anteriores meses sufriendo en Madrid. Iba al trabajo, metía nachos en un horno, tiraba la basura, salía, entraba, me duchaba, cogía bicicletas del ayuntamiento, veía a mi hija, comíamos pizza, una vida normal. -el jefe tiene miedo de que te vuelvas a Madrid y que nos dejes-. -¿qué?, no, no pienso volver, estoy a gusto con vosotros, me gusta el trabajo-. -Pues con nosotros vas a tener mucho trabajo-. Aquellos días de fantasía, no follaba pero mi vida laboral era todo placer. No me voy, me quedo, joder, me quedo con vosotros (imitando la escena del Lobo de Wall street).
 Una tarde, sin avisar a nadie, apareció un tipo; yo estaba con el segundo jefe de cocina. -hola, vengo a trabajar-. -¿a trabajar? pero si no me ha avisado nadie, no entiendo-. Contestó el segundo.
-Si, hablé con el jefe y me quería probar hoy-. El nuevo dejó su bolsa en una taquilla y se plantó conmigo en la cocina, a la espera de que yo le enseñara el trabajo. Fue un servicio raro. En un momento de descansó el nuevo salió a fumar un cigarro y me quedé solo con el segundo de cocina. -Pero qué raro, nadie me lo había dicho.
-Esto es que sobra alguien aquí, está claro.
-Pues uno de nosotros.
-Tú no vas a ser que eres de la casa, eres el segundo de cocina.
-Pues también es verdad.
Aquello de repente era un programa de la tele con cámaras grabándolo todo, un gran hermano mierda, un jefe infiltrado, una puta pesadilla en la cocina. En mis meses trabajando con ellos nunca hablé de fútbol, nunca me fui de fiesta y coca con los camareros, nunca saqué mis fotos de viaje en el móvil, de Nueva York o Londres. Yo no tenía dinero, ni aventuras, ni pelo, no iba al gym al salir del trabajo. Los días libres no iba con mi tabla al surf a buscar la ola perfecta. Yo era un tipo normal que iba a hacer su trabajo, sin más. Una semana más tarde fui directo al jefe -¿qué está pasando aquí, cuentas conmigo para los próximos meses o no?
Te digo la verdad, estoy probando al nuevo y me gusta más, me voy a quedar con él.
¿Pero he hecho algo mal? sé sincero, porque creo que el trabajo lo saco. Estabas contento conmigo.
-Sí, si trabajas bien, pero últimamente has aflojado un poco, y hace dos semanas te quitaste el delantal el primero.
-¿De qué cojones estás hablando, es una broma?
-Y una noche te dejaste el lavaplatos encendido.
-¿Qué? ¿qué porro de droga te has fumado, qué estás diciendo? ¿esto tiene que estar guionizado porque no es normal?
-Lo siento.
Después de esa conversación decidí largarme, me cambié de zapatos y salí por la puerta. ¿el nuevo era colega de ellos? ¿qué hice mal?
Más tarde y por mensaje privado, me enteré por unos de los camareros “no socio del local” de que le caía muy mal al jefe de sala, no le gustaba yo, mi aspecto, mi vida. Siempre me estaba observando, intentando pillarme por algún lado. Ya no vale con trabajar bien, callar o hacer todas las horas extras del mundo. Ahora también tienes que se un puto gilipollas para caer bien. Lo aprendido: es mejor trabajar en un grupo grande de gente normal y pasar desapercibido.

HOTEL

EL HOTEL

Si no te gusta la gente, este no es tu trabajo. Si no te gusta la gente comiendo, este no es tu trabajo. Los clientes, como zombies, se arrastran por el comedor hasta llegar al buffet. Si no te gusta ver a la gente después de comer, sentados en la mesa, hablando, este no es tu trabajo.
La gente que viene; por lo normal come mientras cogen la comida, es así de asqueroso; se arrastran por el comedor con las bocas llenas. He visto caer cosas de las bocas de los clientes que han caído en las bandejas de comida mientras se llenaban el plato.
Este en un hotel de “todo incluido” que quiere decir: pagas una puta mierda, recibes una puta mierda. No, la comida no es buena. Si te gusta comer bien, el mundo de la cocina, los chefs, sentarte en una buena mesa de un restaurante y mirar la carta, entonces no deberías estar aquí.
Soy ayudante de cocina, es un trabajo temporal. Hace mil años que me digo esto -Solo es un trabajo temporal, cuando quiera lo dejo-.
-Vale, es un trabajo-. Si trabajas de camarero también puedes pensar -Podría ser peor, podría ser un niño del Africa-. Si curras de camarera de pisos limpiando habitaciones también puedes pensar -Podría ser peor, podría ser una niña del Africa-. Si eres un niño del África, bueno, eres un niño del África.
El turno partido
No sé quién fue el hijo de perra que inventó el turno partido. Esa persona ahora mismo debe de estar ardiendo en el infierno.
¿Qué es el turno partido?
Sabes esa gente que se levanta temprano y escribe en twitter -jo, vaya rollo, otra vez lunes-. Y luego se meten a trabajar en una oficina delante de un ordenador, a las 11 paran para tomar café y fumar un cigarrillo en la puerta y luego a las dos cogen y vuelven a sus casas y ya no trabajan más hasta el día siguiente. Pues esa gente no es la que tiene el puto turno partido.
 El turno partido quiere decir que te levantas por la mañana y te pasas todo el puto día para hacer 8 horas de trabajo, estás todo el maldito día pendiente de la hora y los putos minutos, todos los minutos y segundos son valiosos. Me levanto por la mañana sobre las 9:00. Antes de eso he mirado el móvil como unas mil veces, a partir de las 6 de la mañana ya estoy pendiente del reloj. También es la primera vez que tengo un trabajo al lado de casa y lo tengo todo calculado al milímetro: Si voy a un paso ligero en 7 minutos estoy en el hotel. Camino cuatro manzanas más una curva que rodea un antiguo campo de fútbol abandonado que ahora es un parking. Tardo un minuto en cruzar la recepción y bajar los dos pisos hasta llegar a las taquillas. Me cambio de ropa en menos de 40 segundos. Voy al servicio, puedo tardar dos minutos. Luego otros 30 0 40 segundos de pasillo hasta la escalera que sube a la cocina (todo esto mientras me voy colocando el gorro y el delantal) ,Economía de movimientos; Cuanto menos movimientos haga, mejor para mi salud mental.
 Si tienes el turno partido y trabajas en un hotel es mejor que tengas la cabeza en tu sitio. Es mejor que cuando te quites la ropa de la cocina te pongas la tuya y salgas y desconectes un rato. Cuando digo desconectar hablo de que hagas algo que no tenga nada que ver con el hotel; puedes dar un maldito paseo, o echar una siesta (intenta no soñar con el trabajo); puedes escuchar música clásica mientras te masturbas mirando porno, puedes leer un libro o cómics, o te puedes tumbar en el sofá y mirar alguna serie o película. Lo que no debes hacer nunca es salir del hotel y meterte en el bar que hay enfrente y beber chupitos en la barra con tus compañeros de cocina.
Luego está esa gente que llega al hotel vestido con la ropa del trabajo, y se ve van con la misma ropa. Mi padre fue camarero toda su vida, siempre lo recordaré con los pantalones negros, esos malditos pantalones de camarero.
El mejor consejo es que dejes en la taquilla toda la mierda y te des una ducha. Al final se te pegará todo el puto hotel a la piel.

domingo, 1 de marzo de 2020

LAS APLICACIONES LABORALES



En el móvil tengo todas las aplicaciones que existen para encontrar trabajo; hay más aplicaciones que trabajo, todas son una puta mierda. Te tienes que apuntar a todas, al final te enganchas, más redes sociales para fracasar. Infojobs: inscribirme a esta oferta; rellenar el formulario ¿incluir carta de presentación?, ni de coña, no tengo, no sé qué es eso.
-Háblame de ti
-Pues tengo 44 años y cada mañana cuando me levanto lo primero que pienso es en la muerte, en lo fugaz que es la vida. También pienso que Jungla de Cristal 2 es muy buena peli. Me encanta dormir y ver porno, mucho porno. Odio a los viejos, me caen mal los perros y la gente falsa de instagram. Sueño con otra guerra mundial y que se mueran todos esos niños de Operación triunfo.
-¿Por qué deberíamos contratarte a ti y no a otros candidatos?
-Pues porque soy un ser especial y me sigue mucha gente en Twitter.
-¿Qué experiencia tienes?
-Pues Mucha, un flipe. Llevo toda mi vida trabajando en un montón de mierdas. La experiencia es un asco.
-¿Por qué quieres trabajar con nosotros?
Pues no sé, ¿por el sueldo?, para hacer comprar en el mercadona y eso, pagar el alquiler, vivir, vete tú a saber.
-¿Por qué dejaste tu empleo anterior?
-Me echaron ellos, eran una panda de hijos de puta explotadores.
-¿Cuál es tu mayor defecto?
-Haber nacido.
-¿Por qué duraste poco en tu anterior empleo?
-Pues no sé, habla con mi ex jefe, te paso su teléfono.
-¿Cuáles son tus pretensiones salariales?
-Pues hacer poco y ganar poco dinero; lo justo para pasar el mes mal, que la empresa pueda ganar mucho dinero gracias a mí. El dinero es lo de menos.
-Háblame de algún momento en tu vida laboral en la que hayas cometido un error, ¿cómo lo solucionaste?
-Maté a personas, escondí los cuerpos. 
Enviar formulario y a esperar.