martes, 3 de marzo de 2020

TODO ESTO ES PASAJERO


Puede que sea una de las frases que más he repetido en mi vida: esto es temporal, haré esto durante unos años y luego haré otra cosa, en realidad esto no me gusta pero es lo que hago, yo soy otra cosa pero esto es lo que hay. Cuantas veces he oido frases similares de compañeros, de gente que ha pasado fugazmente por los hoteles, caras que recuerdo sin nombre. Después de 11 hoteles y un par de restaurantes he conocido a cientos de trabajadores, con sus vidas, sus problemas.
-«Trabajaré aquí unos años más y luego me compraré un barco, eso es lo que haré, seré pescador»-.
-«Me estoy sacando la licencia para taxista, cuando la tenga enviaré este trabajo a la puta mierda»-.
-«Salí de la cárcel y me di cuenta de que no sabía hacer nada, la cocina me salvó la vida»-.
 Hace mil años, en otro hotel; apareció una chica flaca fregando perolas, yo no sabía muy bien qué pintaba allí, no sé de dónde salió. En las cocinas llámanos perolas a las ollas, (el cuarto dónde se encuentran todos los cacharros de la cocina). Sigo; las perolas eran más grande que ella, apenas tenía fuerzas para levantarlas. -«Yo es que me iba a casar y salí corriendo»-. Una chica que salió de su pueblo y se ocultó en nuestra cocina. Creo que duró un par de semanas, nunca más volví a saber de ella.
Antes, hace mil años, no existían las redes sociales, le podías pillar el teléfono a alguien, pero tampoco teníamos móviles. Si alguien desaparecía lo hacía para siempre.
Llamada de teléfono
-Oye, soy Toni, trabajé contigo hace 20 años en un hotel, no sé si te acuerdas de mí. Quería saber cómo estabas.
Empecé a trabajar en los hoteles con 17 años. Primero de camarero. Recuerdo el día que me puse la ropa de camarero, delante de mis padres en el salón de casa, se rieron de mí. Yo no quería ser camarero, quería ser artista como Picasso. Trabajé de camarero durante un año, creo que fui el peor camarero de la historia.
El primer hotel donde trabajé era gigante, el comedor era gigante, todo era a lo grande. De los primeros hoteles que se construyeron en la isla que por muchas reformas que tenga siempre tendrá aspecto de hotel de los años 70 tipo El Resplandor.
De repente se abrieron las puertas y me soltaron allí en medio del comedor: con mi pantalón negro de camarero, mi camisa blanca, mi pajarita y mi chaleco negro (vaya cuadro). Me pusieron una bandeja en las manos y me dijeron -venga, a recoger mesas-. No sabía ni sostener la bandeja.
Cuando empecé en los hoteles debía pesar casi 90 kilos y en pocos meses me quedé en 60 kilos. Estar en la mierda como método para ponerte fino.

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