lunes, 25 de enero de 2021

DÍAS DE RAMEN



Fue hace unos años; estaba en el baño delante del espejo a punto de cortarme una oreja cuando me llamó un amigo para decirme que estaban buscando a un ayudante de cocina en su trabajo: un restaurante japonés. 

-Bueno, suena bien, me gusta el cine japonés; he visto Totoro y la de Ponyo, me apetece-.
-Sí, el curro es sencillo, tú te ocuparías de hacer el ramen; freír cuatro cosas, ir a hacer la compra. Ellos son muy tranquilos y el ambiente es muy relajado-.  -¿Ramen? vale, no sé qué es, voy al  youtube que está todo, tutoriales: sopa con fideos y muchas cosas. 

El ramen está de moda entre los gilipollas de La Latina; toda esa gente del cine, guionistas aspirantes a vender un guion de serie para Netflix, colaboradores de algún programa de la tele para viejas ,pintores fracasados cocainómanos, señoras divorciadas amargadas que publican, un actor que hizo una vez una peli en los 90 pero que ahora no lo reconoce nadie y va a comer ramen por si alguien se acuerda de él y le pide una foto, gente de instagram que no hace nada pero tiene seguidores. El ramen, joder con el ramen. Pues me parece guay. Mi amigo me da el contacto del segundo jefe, le envío un mensaje -hola, quiero hacer ramen-. -¿Cuando puedes venir para hacer una entrevista?-. -Mañana me va bien-.
Al día siguiente cojo un autobús plagado de viejos franquistas que me quieren quitar el asiento; hay wifi y en la calle hace frío. Es invierno; estoy bastante triste pero sé que las cosas van a ir a mejor porque tengo otra entrevista de trabajo y presiento que está vez va a ser la buena (el trabajo definitivo en el que estaré a gusto, valorado y realizado).
 Llego hasta la puerta y aparece el segundo jefe : «¿quieres tomar café?» (otra entrevista de nivel, hay café, espero que me invite porque no tengo un duro).
cruzamos la calle y nos metemos en una cafetería de esas de modernos en la que puedes elegir el tipo de leche que quieres para tu café. Me siento con el jefe en una mesa :-bueno, háblame un poco de ti-.
-Pues ahora llevo unos años por Madrid,; he pasado toda mi vida en Mallorca, trabajando en hoteles, luego en productoras haciendo cosas del audiovisual. He estado fuera de las hotelería más de 12 años; ahora estoy pasando por una mala racha de mierda, pero sé que es pasajero, “actitud positiva a tope”, es lo que me dice la gente: Que deje de pensar en la muerte, que las energías positivas atraen cosas buenas, incluso he pensando en hacer yoga. 

También he sido autónomo, editor, realizador, lavaplatos, cómico, y salí un par de veces en un programa de éxito. Soy padre, arrastro un divorcio y una depresión de caballo, tengo instagram y más de mil vídeos en youtube, no sé qué más contar, puedo seguir…mi color preferido es el azul turquesa, he visto Robocop más de 100 veces…
-¿Pero te interesa el trabajo de cocina?
-Me interesa tener un trabajo. Si estoy a gusto y hay buen ambiente me quedo.
-¿Y te gustaría aprender cocina japonesa?
-Pues claro. Me gusta aprender cosas nuevas. Me considero una persona inquieta, un investigador, un poeta de los nuevos tiempos; cada mañana cuando me levanto, pinto un autorretrato desnudo mientras lloro pensando en la muerte de mis padres.
-¿Qué cojones dices Toni Nievas?
No lo sé, ¿cuando empiezo?  
-Pues ahora hablaré con el primer jefe de cocina (también dueño del local) y te envío un mensaje en un rato para decirte la hora.
 Después de la entrevista volví a casa volando, podía notar algo especial; en el aire, en las cosas, la gente por la calle de repente me parecía guapa, incluso la gente del metro. sentía que las cosas iban a volver a molar.
 Al día siguiente un nuevo amanecer, un nuevo proyecto, una nueva entrada en mi diario privado. A media mañana entraba en mi nuevo trabajo: Una pequeña cocina en la que apenas cabían dos personas; un jefe, mi amigo el camarero (que estaría pocos días a la semana) ,Pocos elementos; Un par de neveras, una pequeña freidora, un pequeño lavaplatos para “cuatro cacharros”. Los congelados, los fideos para el ramen, un delantal, pañuelo “samurái” en la cabeza, abrimos la puerta, entran los clientes. El primer jefe se encargaba del sushi “el sushiman”, yo no tocaría el sushi, ni de coña. -«Son muy celosos con el sushi, no quieren que lo toque nadie, para ellos es algo sagrado y ceremonial, tú harás el ramen y poca cosa más»-. -vale, ¿y lo de aprender cocina japo?-
-Bueno, no sé, habla tú con ellos. Otra cosa; habrá días en los que también tendrás que hacer de camarero, no sé si te lo habían dicho-.

 -¿cómo, camarero y cocinero?-. Pues eso.
Los clientes entran, se sientan, arranca el turno del medio día. El jefe me enseña a hacer el ramen “que no es fácil”. Agua hirviendo a tope, menos de 3 minutos para cocer los fideos “no te pases con la cocción”, para el primer jefe son dos minutos, para el segundo jefe son 3 minutos. luego el caldo, las setas, cebolleta, rabanito, la espinaca, las salsas, el pimentón.- Más caldo, menos caldo, tienes que fijarte bien en cómo lo estoy haciendo-. Vale, saco el móvil (soy una persona muy visual y siempre me ayuda hacer fotos), le hago fotos a todos los platos, a los ingredientes. También apunto todo en una pequeña libreta, son días de estudiar cocina japonesa. Luego los congelados, “karaage” que es puto pollo frito de toda la vida. okonomiyaki, takoyaki, la sopa miso, el udon “la otra sopa con fideos más gordos”- madre mía, un no parar de nombres raros-. Edamame, “vainas de soja”, las gambas fritas y más cosas ricas que no probé.
Dos semanas más tarde ya podía ir solo pero el jefe no me dejaba; lo tenía todo el tiempo en mi espalda, en mi nunca, podía sentir su aliento, no se fiaba de mí. -Son raros los japos-.
-Sí, son raros pero son buena gente: son muy educados, nunca te hablarán mal y el ambiente es muy tranquilo y relajado.
-Vale, eso ya lo estoy viendo, pero es que el jefe no habla conmigo, de nada.
Sí, pero es muy buen tipo, de verdad.
Pasaban las semanas pero no sentía que estaba dentro. Me levantaba, me duchaba, ponía una lavadora, luego salía por la puerta y me metía en el autobús -con mis ancianos de Madrid- (esos que se pasean todo el día en el bus y a las 9 de la noche los devuelven a sus casas para cenar y dormir). 

Hacía mi ramen y mis congelados, pero seguía teniendo al jefe observándome, a mi espalda, desde su barra fuera de la cocina “donde preparaba su sushi”. -es verdad, no se fía de ti, le he pillado mirándote varías veces-.
-¿Entonces por qué me tiene en la cocina?, debería estar él solo haciéndolo todo, ¿no?
-Cuando el vea que lo haces todo bien a su manera entonces te dejará solo.
Pero eso nunca pasó. La primera semana pensé qué sería buena idea probar la comida que estaba haciendo, no sé, locuras mías. Me preparé un ramen y el jefe me pilló comiendo (muy surrealista todo esto, lo sé). -Toni, tengo que hablar contigo; sobre el tema de la comida; he tenido problemas antes con otros cocineros y es mejor que no comas. -¿Qué no coma? ¿le estás diciendo a tu cocinero que no coma, HOLA?-. Esa fue la primera puntita del puñal que me iría metiendo durante mis días en su cocina. Pasaban los meses, era todo raro: el ambiente, un jefe que no me daba ni los buenos días cuando entraba por la puerta; no hablábamos de nada, ni de mi vida ni de la suya, ni de tele 5, ni de música, cine, algo, “yo qué sé”, follar, el fin del mundo, los hijos. En nada llegaría navidad y claramente iba a ser otro año sin cena de empresa; imagina esa cena de empresa con mi ex jefe, los dos vestidos de samuráis. 

El jefe no me miraba a los ojos, otra cosa que aprendí de ellos. -Pero lo hacen todos, (me comentaba mi compañero), es algo cultural, no miran a los ojos, pero ni a ti ni a nadie, si te miran a los ojos creo que se vuelven locos, o que se les borra el alma.
-Ya, pero joder, es raro estar trabajando todo el día con alguien que no te mira cuando te habla “las pocas veces que lo hace”. No me mira a los ojos y paso hambre “porque tampoco puedo comer”. Si me buscas los errores los encontrarás. Seguía trabajando y con el tiempo el jefe empezó a dejarme solo en la cocina (eso pasó muy pocas veces, porque no le quedaba más remedio). Muchas veces también salía al comedor porque había mucho trabajo, o porque directamente no había camarero “ajustes de la empresa”. Así que tenía que servir las mesas, coger la comanda, servir las bebidas y luego volver a la cocina para seguir haciendo de cocinero, (todo a gran velocidad y corriendo).
 Un día, después de haber tenido el restaurante a reventar de clientes -putos hipsters de la Latina-, de ir de culo pero sacando el trabajo con la lengua fuera, después de haber ganado miles de euros (el jefe, yo no); después de hacer mil ramenes, poner los lavavajillas, servir las mesas, preparar caldo, cortar cebollas, llenar las cámaras y limpiar todo el comedor después del servicio, en el último lavavajillas rompí una copa -NOOOO, TONI, NOOOO, en serio, no puedes romper las copas, de verdad (antes ya había roto alguna copa, lo normal cuando trabajas en hostelería, mientras lees esto se están rompiendo copas en el bar que hay debajo de tu casa),  el jefe me decía todo esto sin mirarme a los ojos -debe de tener toc-, ya me lo ha repetido varías veces. Cuando pensaba que ya había parado volvió a sacar el tema : «de verdad, en serio, no puedes romper copas, tienes que tener cuidado». - Sí, si lo sé, pero como tengo puesto el chip de ir corriendo, pues a veces se rompen cosas, suele pasar en la hostelería, en los hoteles me enseñaron a trabajar corriendo-.  
Y luego llegaron más regalos: el papel de cocina, el de toda la vida, el rollo de papel que se utiliza para secar cosas, para trabajar, para todo. -Toni, no utilices el papel de cocina, sí es para secar una sartén, vale, pero prefiero que no lo utilices-. OK, estamos locos, no entiendo nada. Cada noche, después de cerrar la cocina, mientras limpiaba el suelo del comedor y el baño, el jefe contaba sus billetes delante de la caja, el mejor momento del día (su momento), yo volvía a casa siendo pobre. Sus dedos largos contando sus preciosos billetes.
 La gente comete errores, a diario, en la vida, en el trabajo, pasa continuamente: te equivocas con algo, rectificas y aprendes. -Al jefe no le gusta que cometas errores, no lo soporta, para eso si que es muy japonés-. -Para eso y para todo, joder, que no soy un robot, soy humano, cometo errores.
-Toni, anoche te dejaste un par de cosas dentro del lava, eso no tiene que pasar más; cuando cerramos todo tiene que estar limpio y en su sitio-. Y yo no me quejaba de nada ni abría la boca;- puedo hacer el horario que quieras, los días que quieras, no te diré nunca que NO. Días festivos, hacer más horas extras (que las pagas como una mierda). No como, no hablo, no rompo nada, no gasto el papel, no te miro a los ojos, intento no cometer errores. Entro por la puerta: me cambio de zapatos, delantal, trabajar, salir, de vuelva a casa, dormir y de vuelta al trabajo.
 Un día empezó alguien nuevo en la cocina (esto ya me había pasado antes), para aprender, no pregunté nada. Casi cuatro meses más tarde tenía que renovar el contrato o irme a tomar por culo. Un martes, después del turno de la comida el jefe me dijo :« antes de irte espérate que tiene que venir el segundo jefe para hablar contigo». -Vale, aquello no sonó bien, además el jefe había estado “extrañamente agradadle conmigo los días antes”-. 

Me cambié de zapatos, cogí mi bolsa y esperé a que llegara el segundo jefe. Presentía que algo malo iba a pasar, ahora que las cosas me empezaban a ir “bien mal”, no estaba a gusto pero tenía un trabajo, un pequeño sueldo, casi ya podía hacer pagar el alquiler y hacer la compra yo solo (ni de coña). Apareció el jefe, nos volvimos a sentar (esta vez no había café ni háblame de ti, tú molas un montón). -Como ya sabes terminabas el contrato este mes (arranca mal la cosa), y hemos decidido no renovarte el contrato. Tú me caes muy bien pero has visto que es muy difícil trabajar con el jefe (entonces no es por mí, es por ti).  

-El jefe tolera mal los errores, no le gusta que la gente cometa fallos.
- Sí, si lo sé, pero es que no soy un robot, pero creo que he trabajado bien, he ido sacando el trabajo. No sabía nada de ramen y ahora soy un experto.
-Sí, si yo no tengo ningún problema contigo, es el jefe que tiene sicología cero con la gente, además no quiere trabajar más con españoles. Vamos a probar con otro tipo de perfiles. (Mientras me iba diciendo todo esto en mi cabeza empecé a imaginar un coro de personas bailando, danzas africanas, bombas nucleares, tiros en la cabeza, el fin del mundo, pobreza, destrucción, yo matando a niños con katanas japonesas), no estaba entendiendo nada de la conversación, pero también he aprendido con los años a no debatir con putos gilipollas explotadores de mierda que no merecen tener negocios que les vaya bien. Así que no dije nada, firmé un montón de papeles que decían que volvía a estar en la mierda. Después de eso cogí mis cosas y salí por la puerta. No llovía, pero casi. Meses más tarde me encontré con el ex compañero camarero y me dijo que el jefe había contratado a 4 filipinos. Maldito ramen.


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