lunes, 16 de diciembre de 2024

Covid-love

 



 

Esta mañana he salido de la cama sobre las diez y media para meterme en mi cafetería «oficina» que tengo cruzando la calle; siempre me meto en ese sitio cuando paso unos días con mi padre en el Arenal. Mientras desayunaba, a mi lado, en otra mesa, una pareja no paraba de hablar todo el tiempo. Por el tono de la conversación me ha dado la sensación de que se estaban conociendo: ella le ha dicho que tenía 38 años, él seguramente más de 40. Ella, con hijos. Él no ha mencionado nada de hijos. Me pasa muchas veces que sin querer acabo pegando la oreja en las conversaciones de los demás y las grabo mentalmente con la intención de transcribirlas luego. (De verdad, a veces tengo la sensación de que necesito encontrar un hobby).
 Mientras hablaban, me he puesto a pensar que se acababan de conocer en alguna red social «Covid-love»; una red social para encontrar el amor en tiempos apocalípticos, para cuando el final puede que sea el principio. Durante la conversación, en esa mesa se ha hablado de hijos, pandemia, enfermedades, muertos, madres, conflictos, divorcio, servicios sociales, familias desestructuradas (él había trabajado unos años en un centro con menores conflictivos), padres borrachos, custodias, temporadas de verano, hoteles, camareras de pisos, series de Netflix, el pueblo (de él), amigos con problemas mentales, la isla. Y, finalmente, ha salido el tema del futuro: «¿Tú qué tienes pensado hacer?».  Y puede que esa sea ahora mismo la pregunta más invasiva que se le pueda hacer a una persona: «¿Tú qué tienes pensado hacer en los próximos veinte años? ,¿los quieres pasar conmigo?» Tengo la sensación de que muchos llevamos improvisando el día a día desde hace mucho tiempo.

 Después de un rato con mi oreja pegada a la charla, he logrado desconectar de ellos mirando mi móvil. Al final no sé en qué ha quedado la cosa: ¿habrán acabado enamorados después de los cafés y de contárselo todo en ese baño de sinceridad y derrotismo exponiendo todos sus trapos sucios: las intimidades, los ex, los hijos, los fracasos de cada uno. ¿Serán estas las nuevas formas de ligar en tiempos de Covid? «A ver quién está más en la mierda». Que a lo mejor también me estoy montando mi película y solo era un desayuno de nuevos amigos, sin buscar nada más; «quedamos, nos conocemos y nos contamos todas nuestras miserias».


Cinco y veinticuatro de la tarde. Y después de una siesta nada reparadora, salgo de la cama y me meto en el baño; me miro en el espejo y siento que he envejecido como tres años desde que estoy por aquí: «el efecto Arenal». «Aquí te mueres y te pudres, y luego, no sé cómo, sigues viviendo como un zombie».
 Me meto de nuevo en el bar y me siento en una silla lo más cerca de la puerta. Un árbol de Navidad acompaña a una máquina de tabaco. Al fondo del bar, junto a la tele, hay 3 personas hablando mientras arreglan el mundo; uno de ellos emite una extraña barrera de sonido de mierda; como una voz rota de borracho que no ha abierto un libro en su vida. Si quería estar un rato tranquilo, está claro que no ha sido buena idea meterme en el bar. Pero quedarme encerrado en el cuartucho casi era peor opción. Pero ¿cuándo cojones termina el año? Esto está durando demasiado.
 Ocho y cuarto de la noche y no sé si veré las noticias de las nueve; demasiada desinformación todo el tiempo.  
 He vuelto a encerrarme en mi pequeño cuartucho con todos mis libros y mis cómics; es lo único que me queda de mi «ex vida». La tabla de planchar sigue ahí apoyada en la pared, tan quieta y callada.
 Hace un rato he ido a dar una vuelta y he llegado hasta la playa; está claro que ha sido otro de los grandes errores del día: bajar hasta la playa para mirar el mar, las olas, los hoteles cerrados  (como esperando algo) mientras la oscuridad de la tarde los teñía de tristeza; el Burger King abierto como el último local de la playa resistiendo a cualquier crisis mundial; está abierto, pero nadie entra; no hay turismo y todo está muerto en el barrio del Arenal.
Son casi las nueve de la noche y cierro por aquí.

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