jueves, 22 de abril de 2021

VUELVE BIEN.

12 de Abril.
«Siempre que vuelvo a la isla tengo la sensación de que caigo en ella, y de que todo es parte de un reality en el que un programa me sigue todo el tiempo para documentarlo todo».
Sobre las 5 de la mañana salía de la cama; los vuelos más baratos son esos que salen a las 8 de la mañana. Con el descuento de residente puedo encontrar vuelos a la isla y ida y vueltas por unos 30 euros, a veces por menos dinero. He llegado a pillar un vuelo por 3 euros, es más barato volar que coger el bus que te lleva al aeropuerto.
Cuando te levantas a las 5 para pillar un vuelo normalmente no duermes una puta mierda. Me estaré haciendo mayor, o demasiados vuelos a mi espalda, demasiados cafés en el aeropuerto…Lo mejor de volar tan temprano es que la gente es silenciosa y  no tiene ganas de ruido; de vuela en silencio, sin niños liándola, sin parejas discutiendo o grupos de amigos hablando del millón de cosas que van a hacer en su destino. A las 5:30 de la mañana el aeropuerto es para zombis, o para padres divorciados con gafas de sol aspirantes a guionistas con un ordenador debajo del brazo con la obra de su vida dentro.
 Sobre las 8:30 el avión despegada de Madrid, y una hora y algo más tarde aterrizábamos en la isla. Siempre que vuelo a la isla me pongo en la cabeza del piloto y pienso que algo va a pasar mal: ¿y si el piloto no sabe aterrizar porque de repente ve la isla demasiado pequeña? o, ¿y sí se pasa de isla y por error acabamos en otra? Luego también siempre que vuelo me viene a la cabeza esa escena del Club de la lucha, esto es así, siempre; da igual que me ponga a pensar en otra cosa que esa escena siempre volverá a mí ...Sobre las 10 de la mañana estaba haciendo cola con otros pasajeros para pasar otro controlo “covid”; otros pasajeros pasaban con su PCR ya hechas, traídas desde su lugar de origen; podían pasar el control y salir del aeropuerto, estaban limpios. En mi caso yo no traía nada, hacerse esa puta prueba es cara pero como residente me la harían gratis al llegar al aeropuerto. Ingenuo, pensaba que sería otro tipo de prueba, no la maldita prueba del palo gigante que te meten hasta el cerebro. Luego, en la cola, veía como otras personas salían de la salita de la prueba derramando una lagrimita, ahí me cagué en todo, esta sería mi segunda prueba -que sí, que te has hecho ya mil PCR y que al final  es uno segundo y ya está; pero joder, es muy desagradable-. Llegó mi turno, entré en la sala (las hemos visto en las películas de ciencia ficción: esos espacios improvisados que normalmente tienen otra función); me senté en un pequeño espacio separado por paneles y una señora -nada agradable- me preguntó si era mi primera vez. -¿mi primera vez de qué? -le pregunté mientras me metía el palito más grande por mi pequeñita y sensible nariz-. Esta vez, mi reacción fue apartarle el brazo a la enfermera, fue algo instintivo y a la señora enfermera no le hizo ni puta gracia. Volvió a meter el palito y creo recordar que grité un «JODER» y me fui echando hacía atrás en la silla que casi acabo en en suelo (así soy yo de maduro). Después de unos minutos de espera sentando con otros pasajeros en silencio, me llamaron y me dijeron que estaba todo bien -del covid bien, otra cosa es tu puta cabeza de loco-. No me dijeron eso, pero habría sido muy divertido.  
«Me dais un papel o algo» -pregunté en la mesa-. -Te vamos a dar una mierda-. No sé, pregunta ingenua, llámame tonto . Finalmente salí del aeropuerto y fui directo hasta la parada del bus -dirección al Arenal-. Ya he hablado antes de ese lugar: mi barrio, mi pueblo; el lugar que me hizo ser quien soy, «un puto gilipollas».
 Llegué a la parada y esperé -bueno, bien, aquí estoy de vuelta y en nada me subiré al bus y en unos minutos estaré por mi zona y comeré algo-. A las 12 seguía esperando el autobús -per qué raro es todo, bueno, no sé, paciencia-. También era raro que yo era fuese la única persona esperando en todo el tiempo que estuve ahí plantando en la parada; -pero bien, no pasa nada, aquí estoy, de vuelta, un tiempo para mí, para el reencuentro-. Pero el bus no aparecía por ninguna parte, y yo seguía siendo el único que esperaba el maldito bus . Me fijé en la parada, pero no vi ningún letrero de nada; ninguna información, debía estar todo ok, yo seguía a la espera… Un coche patrulla del aeropuerto pasó por delante de mí -no sé cuantas veces- y me vieron esperando en la parada ,-y los muy hijos de puta- podrían haber parado el coche para decirme algo en plan : «¿qué pollas estás esperando puto subnormal?».

Después de más de -una hora y algo- esperando algo que no llegaba, cambié de acera para acercarme a la otra parada en  dirección Palma. Más tarde apareció el autobús de Palma y le pregunté al conductor por el autobús del Arenal; me dijo que no había ninguna linea hasta el Arenal; «Como no lo coge nadie lo han quitado» -me dijo muy amable el señor conductor-. ¿Y entonces cómo pollas voy al Arenal? (no con estas palabras pero). «Pues coges el bus hasta Palma y desde allí te coges luego otro hasta el Arenal». Y así todo, y así funciona el planeta, y así la vida es maravillosa y es mejor no quejarse de nada porque al final todos somos unos putos gilipollas y nos miserables…«Pero que también puedes pillar un taxi» -me dijo también el amable conductor-. ¿Le voy a regalar 20 euros a un puto taxi para hacer un recorrido de 10 minutos? Ni de coña tío, no joder. Casi mejor sería ir andando hasta el maldito Arenal ... Así que con resignación y en la mierda me metí en el autobús en dirección a Palma, tenía hambre y estaba cansando, había perdido más de una hora esperando un bus fantasma.
Llegué a Palma sobre las 15:00 y me metí en un restaurante y pensé que, o estaban cerrando, o acababan de abrir. «¿Puedo comer?» -pregunté a una chica joven-. «Sí, claro, pero en la terraza»…Miré por la cristalera y vi cuatro tristes mesas plantadas en la carretera separadas por unas macetas y unas promociones de Coca-cola. No apetecía nada sentarse en la soledad y el frío de aquella improvisada terraza, pero «es lo que había». Yo había estado fuera de la isla desde el pasado diciembre, cuando pasé otra semana en la  isla con mi hija y también pude actuar (show que montó mi colega). Las putas normas, las restricciones y el toque de queda cada Comunidad lo ha llevado a su manera. Yo acababa de volver de la «fiesta de Madrid», del «sudapollismo» de los franceses borrachos y la fiesta de Semana santa. En Madrid te puedes meter en un bar -con sus restricciones-, pero te puedes tomar algo: sentarte, comer y hacer otras cosas. En Baleares la cosa está bien calentita con el tema, bien quemados y con el agua hasta el cuello viendo como se hunde el barco con ellos dentro.

Comí un escalope gigante sentando en una de las mesas mientras contaba los coches que iban pasando a mi lado. Comí rápido porque tenía ganas de volver a “casa”. Antes de subir al bus de vuelva al Arenal, pasé por el Minibar (bar en el que pasaba muchas horas cuando vivía por la zona). Al entrar en el bar lo mismo :«Te puedo hacer un café pero te lo tienes que tomar fuera». -Así que me tomé el café, de nuevo en la calle, (guía de las mejores calles de Palma…) Bus y de vuelta a mi barrio, al Arenal, -al puto Arenal-, el gueto, lugar sin Ley; uno de los peores lugares del mundo para volver, o para acabar. Ahora todo el Arenal era un cartel de «CERRADO»; un pueblo fantasma con un candado puesto a la espera de la reactivación (lo que quiera que signifique todo eso).
23 de Abril y todo esto sigue siendo el «Diario desordenado». En estos días escribo, parece que no haga mucho más. 18:58 y los vecinos siguen tocando los cojones con sus mierdas (no entiendo cómo esa pareja de bestias pueden estar a cargo de críos pequeños). Hoy es viernes y ha sido una semana larga; creo que se puede decir lo mismo de cualquier semana, siempre se hacen largas, siempre pasan cosas.

 El pasado lunes estaba en pie antes de la 5 de la mañana para coger otro vuelo de vuelta a Madrid, de vuelta a mis cosas (sigo sin saber muy bien cuales son). Sigue siendo tarde para hacerme repartidor en moto. En estos días no estoy pendiente de mis aplicaciones laborales, bueno…joder, -¿qué puedo decir de todo esto?-; es que hasta ahora no estaban funcionando muy bien…Hace unas semanas me llamaron de una empresa de trabajo temporal, me pidieron mis datos para meterme en un fichero y me preguntaron si tenía ropa de cocina. «Ahora mismo no tengo nada, pero si me dais trabajo yo me compro unos zapatos de esos anti-deslizantes y un delantal para fregar platos» (todos los putos platos del mundo). Se ha puesto una bonita tarde para volver a pensar en todas esas cosas tristes de mi mundo laboral. Fuera derrota, pensemos solo en cosas bonitas y positivas «Se vienen cositas» como dicen todos esos hijos de puta en las redes sociales…19:05. Voy a intentar desconectar de toda esta mirada y voy a intentar pensar en otra cosa, lo que sea; iré hasta la cocina y abriré la nevera, veré todo lo que hay dentro, haré una lista y volveré al salón, seguramente me volveré a sentar delante del ordenador y seguiré tecleando todo este montón de basura sin sentido. Maldito diario desordenado. No se viene nada.

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